viernes, 25 de agosto de 2017

Podría empezar hablando sobre una extraña atracción, sobre tres meses de no entenderme, sobre una tarde de martes, sobre lo fácil que nos lo ponen las redes sociales para abordar a las personas o sobre cómo el alcohol a veces nos lleva a decisiones que abocan al ridículo. Sin embargo, si mi historia no interesa, aún menos interesa cómo comenzó.

Acabo de mentiros: no hubo comienzo, porque no hay historia. Esto tiene algo bueno: nunca terminará. El caso es que lo he imaginado a gritos, sé todo lo que va a pasar sin que pase nada y sé todo lo que nos faltará por decir, sin mediar palabra. El caso es que me gusta, aunque las horas sean largas y se me agoten las ideas de tanto recrear momentos.

Él no es poeta, no sueña con serlo, pero a lo largo de la vida ha descubierto la poesía. Él ha extraído versos de sus besos y sus momentos; él ha olido el amor y ha sentido cómo pesa. Sin darme un comienzo ni un final, me ha dejado marcas por en medio: me ha mostrado líneas que no escribió para mí, de las que una se imagina inspirar un día, quizá antes de morir.

El techo desaparece por las noches, cuando me tumbo y con los ojos abiertos voy a donde está. A veces solo me siento al lado para escuchar cómo respira, otras finjo la primera cena que le prepararía y el resto me las paso de un lugar a otro:

-Viendo cómo la ventanilla del coche nos refleja riendo.
-Viendo cómo le tapo los ojos al llegar y se gira a besarme.
-Viendo cómo hacemos el viaje de cada verano.
-Viendo cómo dudo qué ponerme para que me mire de esa forma.
-Viendo cómo le encuentro las cosquillas.
-Viendo cómo son sus ojos a través de sus gafas de sol.
-Viendo cómo huele despertar al lado y cómo sabe con los ojos cerrados.
-Viendo cómo consigue que me ría mientras pretendo seguir seria.
-Viendo cómo llora por primera vez.
-Viendo cómo cambia su cara antes del sexo.
-Viendo cómo elegimos un plan.
-Viendo cómo quedan las fotos que le echo mientras está ausente.
-Viendo cómo se cansa de mis absurdos juegos.
-Viendo cómo se mete conmigo.
-Viendo cómo me aprieta tras un largo día.
-Viendo cómo necesitamos del otro.
-Viendo cómo mis dedos dibujar cascadas sobre su espalda.
-Viendo cómo sé qué regalo espera.
-Viendo cómo se siente su respiración en la nuca mientras preparo el café.
-Viendo cómo crece y es cada vez más perfecto.
-Viendo cómo el espejo nos mira tras una ducha.
-Viendo cómo me recuerda por qué lo elegí.

Aún así, ya tengo el cuerpo destrozado por los besos que le faltan y una cama que hace ruido por sentirse abandonada. Ya sabéis por qué me pasé al bando del escritor: para imaginar cómo era ser la musa de algún loco autor.

viernes, 18 de agosto de 2017

Carta a la futura novia de mi ex

Hola, primero he de decirte que cuentas con mi respeto, porque si alguien como el te ha elegido, sé que mucho de lo que hay en ti merecerá la pena. No apoyo vuestra relación, ni la apoyaría con otra, pues  creo que ninguna de vosotras será todo lo bueno que él merece.
Y te preguntarás que quién soy yo para venir con estas. Yo, que lo perdí. Pues soy, ni más ni menos que lo que serás tú en un tiempo si lo dejas ir. Soy un ser arrepentido, aunque ya no llore, aunque todo esté asumido. Él aguantó mis quince. No sé si lo sabes, pero los quince son horribles. Él fue el primer amor y gracias, porque eso hizo que cuando llegaron los malos supiera que seguía existiendo, aunque yo no estuviera teniendo suerte.
Con la poca buena voluntad que aún me queda quiero escribirte todo lo sencillo que es tenerlo al lado. Él es de los buenos, de esos que la gente se empeña en decir que no existen; él adoraba verme recién levantada y no porque mintiera con eso de que "estamos más guapas", sino porque le hacía tanta gracia verme fea que le parecía adorable.
Solo necesita una compañera que se respete y que lo respete, pero has de saber que no te quiere para un rato, ni para un tiempo: te quiero para una vida, que si no no le vas a dar, déjalo ir. Déjalo ir, pónselo fácil, porque te querrá tanto que se habrá olvidado de sí mismo y seguirá a tu lado, aunque tú no lo merezcas.
Yo ya estoy bien, pero me llevó mi tiempo. Tú tienes tu oportunidad y una suerte que ni teimaginas: préstale atención, mímalo cuando las cosas salgan mal y habla con él, háblale mucho, porque es muy interesante, porque sus palabras las recordarás siempre. Te lo digo yo.

lunes, 7 de agosto de 2017

Cuando el silencio es amor

Repetiría esa noche una y otra vez, sin cambiar algo, sin que nada más pasara. Solo fue esa noche, una noche tonta para imaginar por encima de las posibilidades. Eran esas imaginaciones que vienen con la voz ronca de un día siguiente y te golpean porque se amontonan en vasos de tubo y confusión de una noche que cambió en algún punto absurdo.

Hoy volvería atrás como Ticio repitiendo su castigo. Mi castigo el de no verte, el de que hayas aparecido, el de soñarte pero saber que solo sueño, que todo lo imaginé. Adelantaría luego el tiempo por seguir imaginando una segunda vez y repetirla mil veces también. Una segunda donde todo sea el silencio en que a mí me brillan los ojos contemplándote al lado, donde las palabras no tengan espacio.

Eso quiero: obervar cómo tú, encarnación del mismísimo Apolo, me regalas un trazo de tacto sobre tus brazos; observar cómo tú, encarnación de Hercúles o de Aquiles sin talón fallido, muestras que dejaste el puesto de dios a la soberbia y preferiste conservar la mitad humana de la empatía. Yo sé que si hoy volviera Miguel Ángel a esculpir, rompería en mil pedazos su David.

Tengo dos meses para soñarte y ningún sueño mejor me ha venido en varios años. De igual modo cogeré ese vuelo y te dejaré (sin haberte tenido), te echaré de menos (sin haber habido un más), lloraré despierta en sueños al legar y dormiré durante un tiempo esperando verte despertar. Solo será un tiempo, hasta aceptar que no apareciste por ninguna razón del destino, sino por casualidad y yo me empeñé en pensar que por esta vez sentí algo vivo.

Fuiste el algo que volvió a enseñarme lo que esconde una buena conversación mientras me hablabas y todo el horizonte se perdió teniendo el alfa y la omega de la mía a tu mirada. Fuiste algo que lucharía, algo que cagaría durante el segundo de decirte: "Verás... Yo... Debo estar loca y por eso siento que ya te quiero", esperando tu más cuerdo: "Te has equivocado de persona, lo siento". Yo igualmente lucharía ese segundo en el que ser valiente, aunque sea el golpe duro que haga temblar mi mundo.

Lucharía también por volver a ese lugar que no me gustaba mucho, pero que ahora eres tú. Será cobijo de la pena y recuerdo de pieles saladas, almas mojadas en musgo y pies doloridos de intentar seguir tu rastro. ¿Cómo me defiendo de algo tan irracional, químico e irremediable? Aún así toda la culpa es tuya: tu delito es ir rompiendo mitos, nublando al mundo y comiendo con tu humildad las almas que te acompañan, afortunadas de que una vez las miraras.