jueves, 10 de noviembre de 2016

Dime, ¿a qué juegan los pájaros?

Perdona, siento venir a hablarte, pero ya sabes que me aburro cuatro veces al día, que la ansiedad me hace buscarte y que me gusta cuando te contemplo, abstraído, con esa expresión reflexiva de poder cambiar el mundo.

Hoy me he preguntado por qué me caías bien. Yo siempre me rodeo de personas que me caen bien, pero tú... Tú no eres de ese tipo de personas por las que lo daría todo o de las que lo darían todo por mí. Tú eres de esos seres que una encuentra en los lugares menos sorprendentes, de la manera más absurda y que, además, tienen cara de pocos amigos.

Llevo meses pidiendo al universo, al dios que no existe, a cualquier cosa a la que pueda pedirle, que no fueras de las cosas inevitables. Yo odio las cosas inevitables, las que suceden solo porque han sucedido y que, además, no me dejan escoger. No quiero que seas casualidad o piedra de mi destino, de un destino en que no creo.

Yo no he venido aquí para querernos, ni siquiera para que me veas, sino para que me cuentes, para que me enseñes cosas que no enseña ninguna escuela. Ella: - Dime, ¿a qué juegan los pájaros?, ¿a qué sabe ser tú?

Hay personas a las que miro con deseo, con lascivia; a otras las miro con odio y rencor. A ti no te miro, no soporto tu mirada, pero me lleno toda de ti, me inundo de un placer extraño solo por saber que estás a mi lado, vivo, respirando.

En el metro que guardo de distancia prudencial junto a alguien que no me ha invitado, que nunca me ha dicho que le guste mi compañía, solo en ese metro, creo en la magia. No sé si te molesta que me siente al lado, no me importa, lo voy a seguir haciendo, porque estoy en calma y protegida, porque eres tan auténtico que si te molestara, te levantarías.

En contra de lo que te gustaría, te voy psicoanalizando, sé que muchas veces finges, pero no estás pensando. Ella: - Dime, ¿qué vida tiene tanto que pensar? Todas funcionan igual, todas funcionan viviendo sin remedio.

A veces llego temprano, te espero un largo rato, con muchas preguntas a las que daré respuesta cuando sienta el crujido del banco al sentarte. Ella: -Dime, ¿por qué duermes tanto? Yo apenas puedo dejar de pensar en mañana y en venir aquí a contemplar el feo paisaje, pero tú duermes las horas de vida que yo pierdo entre la espera y la melancolía.

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Ella no apareció ya ningún día, se marchó una noche repleta de dudas que pensaba resolver al día siguiente. Nunca se conocieron, pero él, nunca jamás, volvió a dejar que nadie se sentara en aquel banco.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Tú, lector, absurdo mortal

Claro que no, no escribo sobre mi vida, porque sería absurdo. Mi vida es simplemente un continuum, como la de cualquier mediocre existente. Escribo todo lo que imagino, porque me creo mundos en los que me gusta vivir, pasar ratos que empiecen cuando los necesito y acaben cuando dejen de gustarme.
Añado a mi vida mil vidas paralelas que me enriquezcan, que me hagan pensar, ensanchar el alma, empatizar. Sin embargo, tú, lector, absurdo mortal, crees que en la Literatura todo es real, no dejas hueco a la ficción y eso me aterra, porque...no quiero que una mente tan vacía, tan plana como la tuya lea cosas que nunca sabrá interpretar.

jueves, 3 de noviembre de 2016

¿Qué sabras tú?

Tú que no has llorado una y mil veces sobre páginas que huelen a polvo, que no has escrito cosas de las que arrepentirte, que no has respirado otras calles menos podridas que estas y que no has perdido los motivos.
Tú no sabes nada.
Tú no sabes de nudos más allá de la corbata, pero a mí me atraviesan el cuello. Tú no sabes las veces que acercarse a una puerta da miedo, sabiendo que no habrá nadie, que salió huyendo. Tú no sabes cómo un ruido extraño tranquiliza solo porque te saca de la nada en la que andas. Tú no sabes cuántas noches se gastan en pieles que acompañen, cerrando fuerte los ojos para cambiar su voz, para cambiar su rostro.