Tú que no has llorado una y mil veces sobre páginas que huelen a polvo, que no has escrito cosas de las que arrepentirte, que no has respirado otras calles menos podridas que estas y que no has perdido los motivos.
Tú no sabes nada.
Tú no sabes de nudos más allá de la corbata, pero a mí me atraviesan el cuello. Tú no sabes las veces que acercarse a una puerta da miedo, sabiendo que no habrá nadie, que salió huyendo. Tú no sabes cómo un ruido extraño tranquiliza solo porque te saca de la nada en la que andas. Tú no sabes cuántas noches se gastan en pieles que acompañen, cerrando fuerte los ojos para cambiar su voz, para cambiar su rostro.