Se le ve marchar con tristeza, entra y cierra la puerta.
Se pone los cascos, llora y apaga la luz, pero su silueta no engaña, aún llora, la luz se ha apagado, pero sigue sentada mirando hacia abajo.
Quizá hubiera preferido que no durmiera, seguir viéndola sentada, pues ahora llora, tumbada, mete la cabeza en la almohada. Cambia de canción, pero nada...
Pobre, pobre cuerpo vencido. Pobre cabecita loca que hoy está sola. Pobres manos que arañan el colchón haciendo daño. Pobres ojos míos que son los únicos que pueden verlo.
Lágrimas puras, sollozos que desgarran. El corazón en cada mano: una lo estruja, la otra clava los dedos hasta traspasarlo. Mejor que muera, mejor que seguir despierta.
-"Pequeña ¿es que no olvidas el odio?"
-"No es odio"
-"Lo sé, ojalá pudiera serlo... Duerme"