No voy a echarte la culpa,
porque la culpa es de esta hora
y de que yo aún siga despierta
siendo domingo por la noche.
Así que estoy desbordada,
quizá triste y ¡quién sabe!
Mañana puedo seguir
o que ya no pase nada.
A veces difícilmente
la mente está preparada
para asumir que, de pronto,
la felicidad te llega.
Tú, que debías ser un regalo,
me buscas a mí, que,
dalo por hecho,
te he envenenado.
He intentado ver cuándo es
el maravilloso día
del maravilloso mes
que me recuerda ser mujer.
Sí, debo reflexionarlo,
quizá podamos culparlo.
Sin embargo, yo no anoto,
ni siquiera, mis días malos.
Todo lo que yo escribo
son tareas que nunca haré,
poemas bastante malos
donde me niego a tu olor.
Todo lo que te escribo
es que cuando miraste
pensaste que yo venía,
pero yo me había ido.
Me fui con la cruel elegancia
de quien sabe que no estuvo,
pero para que te sientas
bien, fingió un proceso oscuro.
La culpa es mía, porque
la culpa y yo aquí estamos solas,
pensando en qué hacer contigo,
si conmigo lo lógico
es un lío.