Que alguien le diga que pare, que deje de lucir esa insensatez tan atractiva y deje de dejarse ver así, tan dorado como gris.
Que alguien le diga que pare, que no rete más al viento con sus ojos y que deje mi vida en calma cuando nos crucemos a las tres de la mañana.
Que alguien le diga que pare, que no puede ir por el mundo agujereando pechos y haciendo como que lo lleva el aire.
Que alguien le diga que pare, porque va a descontrolarse, porque el mundo ya es adicto a su actitud imparable; esa actitud que arrolla a fuertes y esperanza a débiles; esa actitud que está en él como en mí escribirle; esa actitud que me sube y me baja, que me pende de las cuerdas que lleva bajo la coraza.
Por Dios, que alguien le diga que pare.