Transcurría normal la mañana,
con idas y venidas
por los sueños que brinda su mirada.
Había un café,
quizá algún árbol molesto
y un cenicero que paliaba el tiempo.
De repente y sin aviso,
su rostro del mío a un centímetro:
me detuvo el tiempo y me pisó el olvido.
Empecé a ahogarme
por voluntario suicidio
en esa quimera azul
que forma su mirada
al contraluz de aquella sierra
jamás vista de aquella manera.
Salían de su boca versos
y nudos de mi garganta,
a parte de ganas, ganas, ganas.
Me lo explicó:
"esto no es poema, es caligrama",
moldeándome con él la cara.
[No fui la musa
de aquellos versos
ya traídos en el bolsillo,
ya marcados por el tiempo,
por todo lo que ha vivido
con otras, sinmigo].
Sin embargo...
Volvamos a él y a mí,
a su voz recitando:
Terminó,
aunque yo aún lo escucho
hablando mientras tiemblo.
Supe que iba a ser eterno,
que no recordaría ni un verso,
pero que los guardaría dentro.
Se tomó un segundo
y estalló el beso.
Nosotros mudos y el mundo ciego.
Se marcharon con él de nuevo,
uno a uno, cada verso,
para cada vez, al verlo,
ser instante del comienzo.