En tardes como esta, paciencia.
No es algo oculto, quien me conoce sabe,
y lo sabe muy bien,
que ellos me inquietan y me molestan.
Me dan igual las reglas generales,
las específicas,
el pacto social y nuestra especie.
Son cada vez más inservibles,
son un continuum de daños
y aún, a veces, los deseamos.
Crezco y observo demasiado.
Tardamos en darnos cuenta
y mi misandria aumenta.
Hablamos de guerra, de tormentas;
hablamos de hambre y violencia;
hablamos para callar la evidente apariencia.
El mal siempre está cerca y nos husmea,
nos apresa en un cuerpo de erotismo
y nos retuerce entre palabras de libro.
Hemos perdido el control,
pero eso no lo consiguieron ellos.
Se lo regalamos, víctimas de un sucio juego.
La peor cara del mundo es cada hombre que se acerque.
Hemos hecho de ellos bestias
y de los niños inocentes.