miércoles, 26 de octubre de 2016

APB

Estoy aquí, llevo ya un tiempo. Ahora estás a más de dos mil kilómetros, pero cuando solo nos separaban cinco tampoco nos vimos. Te escribo, porque viajes a donde viajes, vivas como vivas y trabajes en lo que trabajes, tendré envidia. Tendré envidia de la mochilla que te acompaña, del sillín sobre el que viajas, del aire que te roza la cara cuando estás relajado y de las gafas de sol sinvergüenzas que ocultan tus ojos marrones.
Tendré envidia de las modas que sigues y no me gustan, de cada cerveza que tomes, incluso de las que te sienten mal. Tendré envidia de cada paisaje que vivas, que respires y engrandezcas. Tendré envidia, mucha envidia de tu amor por la fotografía y el contraluz.
Tendré envidia de los dos mil cinco kilómetros que hemos sumado en distancia, de tus camisas, de esas siete letras que te nombran, de lo poco popular que buscas ser mientras lo eres, del ritmo de tus zapatos y de ese extraño carácter que me llevaría años entender.
Tendré envidia y no es malo, porque, a parte de ganas, quiero tenerte algo.

martes, 25 de octubre de 2016

BlyEn

Me acerco a ti con miedo,
como a esa cita que no es cita,
que es sexo sin preámbulo
y besos sin aliento.

Me acerco con dudas y dos
o tres frases,
inconexas,
tartamudas.

Me acerco porque tú vienes,
aunque no sepa del todo
cómo apareciste
y qué me dirás hoy.

Cada día me aferras a ti
y desquicias más mi vida,
dándome lecciones
de no saber qué hacer.

Nunca me diste un consejo
ni me prestaste ayuda,
siempre mudo y
siempre enfermo.

Me he helado en tu frío
y me he perdido en tu luz,
porque paralizas ideas
y mueves manos,

porque haces grandes mis problemas,
pero me acompañas en silencio
cuando estoy bien,
cuando no quiero a nadie.

Me he helado en tu anchura
y me he perdido en tu fondo,
porque me conectas mundos
y a veces...

A veces te vas
y al tiempo apareces,
sin explicaciones,
lleno de borrones.

...y es que
no hay nada más frío que
un folio en blanco,
sin un verso, sin un rayajo.

sábado, 15 de octubre de 2016

Sin carta de recomendación

No soy más que el móvil que os suena cuando llego tarde a casa y tengo cosas por decir que no os importan. No soy más que el mensaje deprimido con pestazo a ron de barra en vidrio. No soy más que el tema de conversación de un día siguiente. No soy más que quien te quiere por las noches y te ignora por el día. No soy más que la confusión del "no me acuerdo" en vuestras risas. No soy más que un "pídeme un café, me voy al baño" a las cuatro y un cigarro de la tarde; ni más que el mito de "esta noche es la buena" a la una y tres cervezas de la madrugada.

Una vida sin ti

Tú que me invitaste a irme,
que me programaste, sin previo aviso,
una vida sin ti.

Tú que miraste lo importante,
serte fiel y ser feliz,
me encaminaste a mí.

Me encaminaste a esa laguna,
a ese oasis que va tomando forma
a base de mucho tiempo.

Un tiempo del que dispongo a exceso,
pero que no encontraba,
pero que no acababa.

Un tiempo tan largo
como haber nacido y
tener veinte años mal llevados,

de golpe y con prisa para
analizarlos en solo un rato:
el rato que duraste en despedirte.

Un rato que aún busco,
no para olvidarte,
desisto,

sino para encontrarte
la lógica de lo que no lo tiene,
de lo que no te duele.

Te recuerdo, por si has olvidado,
que no sigo razonamientos
más allá del verso,

que los número no son lo mío
y que cuanto más aprendo,
más ignorante me veo.

Te recuerdo.
Eso es todo.
No es malo y no es bueno.

sábado, 1 de octubre de 2016

Beberte a versos

Igual que no todos nacen para ser poetas, no todos nacen para ser poesía. No hay versos para todo el mundo, ni hay mundo para tantos versos. Sin embargo, a veces alguien sabe a melodía.
De melodía hay varios tipos: unas son lentas, se puede bailar con ellas, brindar; otras las oyes por detrás y duran lo que uno en girar el cuello; las últimas no dan tiempo al vals, pero sí a saborear sus notas, y esas melodías son las que cuesta quitar de la cabeza, esas que no deberías cantar, porque no te gustan, pero tu cerebro está empeñado.
Da igual, no importa, cuando otro con su melodía en mal hora llegue, cambiarás la canción, pero cuidado entonces, ya no regreses a aquel compás, porque cada vez que esto suceda, volverás a repetirla una y otra vez en tu cabeza.
De ti aprendí eso: lo peligrosos que sois aquellos que nacisteis para ser poesía. Nos hicisteis poetas de vuestros cuerpos cubiertos de besos que no os dimos; cubiertos de noches en las que no estuvisteis solos, pero nosotros no estuvimos; cubiertos de versos por los que morimos y aún no hemos leído.